miércoles, 7 de diciembre de 2011

Hoja en blanco


En algún rincón de una hoja en blanco se espera; desnuda, desconocida, con la miseria a flor de piel, con el espanto y el desencanto. Se espera entre renglones silenciosos que anhelan que la tinta los moje y los reviva.

En la esquina de la hoja en blanco está ella, esperándose, con olor a tormenta, a tierra mojada y desintegrada, a piel desgastada; con los ojos perdidos y los pies dormidos.

En el centro de la hoja en blanco está ella, como esperando que las palabras se desprendan de su piel, como un perfume o un suspiro, como si aquello que la carcome jamás le hubiese pertenecido.

En un extremo de la hoja en blanco está ella; parada y sin decir nada, como un río que quiere ser mar pero no se atreve a despegarse de la corta y conocida orilla.

En algún rincón de la hoja en blanco, ahí donde el papel con los días comienza a teñirse de amarillo; ahí donde el vacío la desnuda sin prisa, donde hay espacios callados que quieren gritar; ahí donde muere cada día; espera que las palabras la revivan.

miércoles, 13 de julio de 2011

Palabras II

Las palabras me escurrían por los días, adornandome el cuerpo, tapandome las llagas; hubo quien quiso enamorarlas, pero sólo logró tocar el espacio en blanco, el silencio que entre ellas anidaba.

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Palabras que, sin conocerse, se buscan en la ausencia, en el devenir de cada espacio en blanco de las bocas. Palabras que se chocan o se esquivan, que flotan en el aire y se apilan en un rincón. Palabras débiles que, entre las voces, se aplastan. Palabras cobardes que nadie se anima a pronunciarlas. Palabras que, por ser palabras, no son nada.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Madrugada

Tengo los labios desiertos, secos; como vastas y amorfas montañas de arena; impacientes, pero sin poder sangrar.
El vientre se me retuerce en el devenir de la madrugada que, sin saberlo, te fuiste.
Esa noche me quedé espiando, sin parpadear, cada espacio de tu piel. Me quedé en el tiempo, y el tiempo, entonces, comenzó a devorarme. Se repitió una y otra vez en mis entrañas, revolviendo cada segundo para terminar y volver a comenzar.
Entre mis párpados sólo se esconde el muro de mentiras que no supiste sostener; el vaivén de palabras indecisas que tu boca no pudo dejar correr; la mirada desviada por vergüenza o por error; una mueca siniestra que no supiste ocultar.
Te fuiste tan lejos; te perdiste tan rápido entre la soledad de la noche, que ni siquiera recuerdo tu olor; sólo fragmentos desordenados de tu piel.
Y mientras esa madrugada se esparce y se repite entre mis pestañas; las sábanas me parecen gigantes. Y mientras esa madrugada me araña los sentidos, tus recuerdos suben por las patas de mi cama y me destrozan, sin piedad, las ganas de volver a creer.

viernes, 18 de marzo de 2011

Hay un río desbordado,
agua que sube hasta ahogar,
lágrimas cada vez más profundas,
cada vez más amargas.
Hay un río desbordado,
agua viva,
agua mía que quiere olvidar.
Río herido,
desencantado,
cataratas de palabras lacrimógenas
enjugadas en dolor.
Hay un río desbordado
de verdad,
de mentira,
de inocencia.
Soy un río desbordado,
tibio,
caudaloso,
que se rinde,
que no encuentra la manera de fluir.
Un río despeinado,
sin brazos,
sin fronteras para sostenerse.
Soy un río crudo
y partido
que no deja de latir.

domingo, 13 de marzo de 2011

Disimula

Sentada en un escalón, regándose los pies con cada lágrima que escapa, busca encontrarte en esa noche distante. Querría escupir la tristeza que tiene atascada entre los dientes, pero sólo logra devorarse una tras otras las desilusiones.

El pasado se empeña en volver, se rehace ante tus ojos. Vuelve y mancha la cama, ese exquisito infierno que tu piel le enseñó. Mientras vos te quedas con el pensado pasado, ella se hace y se deshace.

Disimula, se maquilla una sonrisa y abre grande sus ojos para volver a ese cielo devastador que solía recorrer, pero la noche ya es profunda, en el infierno exquisito sólo hay silencios.

Disimula, no se acuerda del pasado y se escabulle al lado tuyo, busca encontrarte entre las sábanas, pero vos hace rato dejaste de mirarla.

jueves, 3 de febrero de 2011

Y me pregunto:
¿desbesarnos?
¿Acaso desmembrar los besos
en pequeñas e infinitas partículas
que se estrellan en un renglón
a punto de ser escrito?
¿Quizás el tiempo en reversa
incrustado entre las comisuras,
un pasado de sabia saliva que se repite
del lado del revés?
¿O, sin querer,
la ausencia casi colorida
de gestos inmaculados
en la propia
en la ajena
en alguna boca?
Y vuelvo a preguntarme:
¿desbesarnos?
De qué cruel
crudo
y siniestro acto
estoy hablando.


viernes, 28 de enero de 2011

Y sin avisar, el cielo se puso tan oscuro que tuve que encender todas las luces del jardín; las nubes grises se paseaban pero ni una gota de agua caía.
Entré y me senté a esperar en la ventana. Esperaba desesperada que alguna llovizna atrevida se lanzara desde el cielo y aplastara alguna hoja llevándola hasta el piso.
Mientras miraba desde los vidrios empañados, me pareció oír tu voz en el jardín; decías que me ponga los zapatos, que las gotas no tardarían en caer, que un paseo por el jardín mojado era el mejor plan para un viernes de enero. Creí sentir el olor a tierra mojada, ya oía a una catarata de gotas resbalando por las canaletas de nuestra casa.
Me apuré; me calcé los zapatos y corrí al jardín.
Nada de gotas, nada de vos.
Sólo encontré sombras proyectadas por un sol rabioso que pegaba contra los árboles y el eterno silencio de las siestas de verano.