martes, 21 de febrero de 2012

Tu saco azul

Ahí está tu saco azul, colgado entre mis ropas, perpetuando su virilidad. Ahí está, como espiando cada segundo que se estanca entre las paredes de éste cuarto; entre mis piernas inquietas debajo de las sábanas. No se mueve, nadie lo ha sacado de ahí.

Ahí está tu saco azul, hace días, horas, meses. Colgado anónimamente, pretendiendo no existir, siendo testigo y cómplice de las cosas que no se dejan ir. Hace días que lo veo; la puerta del ropero entreabierta y su textura azul invierno, azul gastado, azul hombre que se asoma constantemente entre el silencio de las maderas.

Ahí está tu saco azul, lo veo desde mi cama; y entonces, prefiero girar y mirar la pared, imaginar ahí otros sacos, más azules quizás, menos inviernos, menos gastados.

Ahí está tu saco azul, como marcando el terreno del recuerdo que quiere ser pisoteado; esperando a que un día, por fin, abra de par en par las puertas y lo enfrente; está ahí, esperando con paciencia infinita que dé dos pasos de más para arrebatarme el último hilo de aire que me recorre el cuerpo; para sacarme a empujones de éste cuarto donde sólo queda colgado un saco azul gastado, un saco azul ausencia.

Mientras tanto, el verano se va apagando y con él las ganas de seguir viendo a tu saco azul colgado; quizás es hora de que comience a descansar sobre tus hombros o en otro ropero; con otros olores y sabores. Y aunque ya el ansiado otoño comienza a coronarme una sonrisa; quizás sea una larga despedida la del saco azul gastado, la del hombre ausente.

domingo, 5 de febrero de 2012


No voy a dejar las palabras,
aunque a veces se me pierdan,
aunque -quizás- se escondan detrás de un espejo
o debajo de un montón de libros empolvados.

No voy a dejarlas;
no voy a dejar que me dejen;
aunque ya no sean inocentes,
aunque hayan quedado llorando en una esquina,
en la palma de mi mano
o en la punta de mi lengua.

No voy a dejar que me dejen,
porque quiero guardarlas para siempre,
aunque la eternidad dure un instante,
un repentino y fugaz parpadeo desesperado.

No nos vamos a dejar
porque fui yo quien las salvo del olvido,
y fueron ellas
-compañeras inquebrantables-
quienes me salvaron del abismo.