domingo, 5 de febrero de 2012


No voy a dejar las palabras,
aunque a veces se me pierdan,
aunque -quizás- se escondan detrás de un espejo
o debajo de un montón de libros empolvados.

No voy a dejarlas;
no voy a dejar que me dejen;
aunque ya no sean inocentes,
aunque hayan quedado llorando en una esquina,
en la palma de mi mano
o en la punta de mi lengua.

No voy a dejar que me dejen,
porque quiero guardarlas para siempre,
aunque la eternidad dure un instante,
un repentino y fugaz parpadeo desesperado.

No nos vamos a dejar
porque fui yo quien las salvo del olvido,
y fueron ellas
-compañeras inquebrantables-
quienes me salvaron del abismo.

1 comentario:

akiko dijo...

Hace mucho no escribo ni mucho menos leo, genial!