lunes, 6 de octubre de 2008

Confusión

Vanamente, trata de amordazar y callar sus sentimientos. Tiene la piel tan virgen y gastada, la recorre solo con la mirada pero los días la quebrantan. Las pupilas le brillan inconmensurablemente, pero los parpados se complotan, se adhieren y esconden la luz tras la húmeda piel.
Busca en su pasado los recuerdos que no la dejan respirar, nos los encuentra, se frustra, espera.
Desespera.
Repasa cada instante, se vuelven insoportablemente despiadados.
De a poco, sus ilusiones se consumen junto a cada cigarrillo. Los gritos silenciosos le desgarran la garganta, se muerde la comisura de los labios para mantenerlos encerrados dentro de su boca.
Se confunde. Los recuerdos, los sentimientos, los olores y las palabras la alejan y la acercan a mundos paralelos que no logra entender.
Las personas se mezclan con sus tripas, se hacen parte de su ser. En su piel se incrustan para siempre la intensidad de las miradas, de los abrazo, de las palabras jamás dichas, del rechazo.
Y vuelve a confundirse. Vive en una eterna confusión que la asfixia, le carcome los pensamientos y le envenena el alma. Se despide una y mil veces de sus recuerdos; pero siempre vuelven. No logra dejar su pasado aplastado entre los capítulos de un libro que no volverá a leer.
Y así, solo logra amordazar sus ganas de libertad, de sonrisas y sueños. Así sólo logra despojarse de los oníricos pensamientos de dejar de retorcerse por sus recuerdos.

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