domingo, 25 de enero de 2009

Escribe

Antes de poder deshacerse en palabras del torbellino de sentimientos que la desconcierta, pasa horas en silencio, recorriendo la habitación con los ojos agigantados, abriendo y cerrando un cuaderno. De vez en cuando los parpados se le caen y recuerda alguna escena, de a ratos su rostro se llena de risas o de alguna lágrima que se desliza apurada por su mejilla.

Después de horas, logra mover la mano derecha y plasmar la primera palabra. Le cuesta comenzar, odia enfrentarse a ese abismo tan grande y oscuro que son sus sentimientos, a veces le parece imposible tomarlos a todos y plasmarlos en palabras; le teme a la hoja en blanco, a esos espacios vacios que deben ser rellenados. Pero una vez que se enfrentó a la hoja, las palabras no paran de sangrar, no hay manera de evitar la hemorragia verbal.

Y así comienza a escribir eso que tanto le cuesta: su existencia. Escribe historias románticamente trágicas, fragmenta la realidad y la mezcla con los sueños, con las ilusiones despedazadas, con un poco de agonía o melancolía. Escribe y sonríe, aunque duela. Escribe y nota que las historias son siempre distintas pero que, paradójicamente, siempre es el mismo y amargo final: la soledad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya pasó, ya he dejado que se empañe la ilusión de que vivir es indoloro. Qué raro que seas tú quien me acompañe, soledad. A mí, que nunca supe bien cómo estar solo.