sábado, 18 de abril de 2009

Siestas

El zorzal desintegra las siestas con su canto, las horas se separan y él se divierte viéndolas desaparecer.
La 1, las 2 y las 3 juegan a no quemarse entre el asfalto y el sol, las 4 y las 5 juegan a perderse entre la muerte de las calles. Las 6 se queda sentada en los zaguanes de una casa abandonada.
Las otras horas se enredan y las miran envidiosas.
Aunque las 6 mire al cielo, no podrá encontrar al zorzal, está bien guardado entre las ramas de un limonero agrio y encantado. Mientras, el canto se entrevera con los cables en el cielo y se esparce por las veredas angostas, dibujando el destino de las horas.
Las siestas: horas inciertas, niños y grandes sólo sueñan; horas errantes, las calles son tierra de nadie.
Y el zorzal sigue cantando, desafiando al atemporal viento del este y a las horas caprichosas que no quieren detenerse.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y sin embargo algunos ni siquiera pueden cerrar los ojos.