sábado, 7 de agosto de 2010

De esa noche

No te vayas, no todavía.
No te pongas los zapatos; no estoy lista para verte cruzar la puerta de este cuarto.
Quedáte un rato más, te prometo que en la mañana me duermo y te dejo escapar.
Si te vas con la noche, ya sabes: nunca pude dormir de noche. Y si te vas, justo ahora que la luna nos mira, que los grillos nos cantan y nos aturden, ahora que hace frío y me acostumbré a tenerte cerca. Justo ahora que el reloj marca las tres y no voy a poder dormir.
No te vayas con la noche, porque tengo los ojos tan abiertos, las sábanas tan desprolijas y las almohadas por el suelo. Tengo el instante tan presente.
Quedáte un rato más; cuando afuera está oscuro, la cama de una plaza se hace gigante y prefiero, sólo por hoy, que la llenes vos y no algún recuerdo. Si te quedas, te prometo no fumar acostada y poner la música más baja.
Por eso, quedáte. Quedáte hasta que el sol lastime los ojos y la cama vuelva a ser pequeña e insignificante, fugaz e inentendible como nuestro encuentro.
Si te vas con el día, prometo no volver a mirarte.
Pero si te vas con la noche, vos me conoces. No me voy a olvidar.

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