Eran las tres de la mañana y, tal vez, debía dormir. Pero no quise, prefería retener entre los párpados a tus ojos café cuando se hacen dos ínfimos puntos que se pierden en el infinito; prefería acordarme de las pecas que se desnudan cada vez que miras al sol.
Me levanté de la cama y no dormí hasta repasar cada centímetro de tus labios, de tus manos inquietas. Me levanté y creí estar dormida. Antes, solamente cuando soñaba la sonrisa no se esfumaba, solamente en la almohada podía encontrar lo que buscaba. Y ahora, ahora tu piel me obliga a despertar, me devuelve a la realidad de la que siempre quise escapar.
Las horas nos siguen descalzas, sigilosas; sin notarlo, todo rezuma en vértigo, en un cosquilleo incesante que nos invita a lanzarnos a un abismo, a un devenir del tiempo que no espera o nos espera. Y te tengo cerca y los cuerpos tiemblan, las palabras parecen pocas y los silencios vuelven en una brisa que despeina pero no incomoda.
Y aunque quise escaparme, estás acá. Y cada nudo se va atando, se van armando de coraje las palabras que nunca antes quise decir, y salen, salen al mundo a abrazar el aire, a estrellarse contra tus oídos que las escuchan sin miedo.
Nos animamos a saltar sin saber a dónde vamos, caemos sin saber dónde está el suelo. Las tristezas se van borrando, se alejan en el vuelo. Y el vértigo se vuelve dulce, casi perfecto.
Y, aunque parezca incierto, estamos cerca y no estoy durmiendo.
1 comentario:
Todos juntos al abismo!
Siempre disfruto de tus palabras en mi monitor, porque me gusta bastante tu forma de expresar no lo que sabes sino lo que sentís.
Te adoro :)
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