lunes, 8 de diciembre de 2008

Dudo

La noche era muy oscura para entender lo que gritaban tus ojos; apenas miré más allá de tus pestañas y se te escondió el alma.

Pasé días sin verte y cuando por fin te encontré: estabas diferente. Tan distinto, tan distante y hasta, quizás, errante. Cuánto miedo me provocaron tus palabras, sonaban frías, desinteresadas. No miento si digo que después de hablar con vos, un mar de incertidumbres me ahogó.

Trato de entender qué paso, de buscar una respuesta para tanto rencor; y en esa constante búsqueda me paralizo y me estremezco entre los recuerdos de alguien que ya no sos.

Las dudas me carcomen, comienzan por los pies y, sin remordimientos, se deslizan por toda mi piel hasta llegar a mis pensamientos. ¿Puede alguien dejar de ser poesía eterna para transformarse en el eco de preguntas sin respuestas?

Y ahora sé que cuando vuelva a encontrar tu sombra entre las otras, me voy a asustar, mis manos y mi voz van a volver a temblar y, quizás, ría hasta llorar.

Y si te vuelvo a ver, tan conocido y desconocido a la vez, voy a llorar hasta reír. Las enormes lágrimas mutarán en exageradas carcajadas, sólo para recordarme que, quizás, es mejor verte partir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

apenas miré más allá de tus pestañas y se te escondió el alma (...) ¿Puede alguien dejar de ser poesía eterna para transformarse en el eco de preguntas sin respuestas?

Increíble.