miércoles, 10 de diciembre de 2008

Vos sabes

Los días cambiaron, algunos llegaron frescos, con soplos para el alma; otros fueron despiadadamente húmedos y oscuros. Los días y tantas otras cosas cambiaron.

Pero sigo siendo la misma. Aún lloro cuando me duele el alma, siento como las lágrimas se suicidan en la almohada. Mantengo la vieja costumbre de alistarme para ahogarme en la nostalgia. Vos sabes, los pasos previos: la ducha, el perfume, el vestido, un bolso lleno de hojas viejas, tintas nuevas y sentimientos molestos, salir corriendo a la calle y pensar dónde encontrarme con tanto dolor para regalarnos un momento y saborearnos.

Continúo siendo la misma enamoradiza de siempre, a la que se le dibuja una sonrisa gigante cuando mira a los pájaros volar y llenarse de libertad. La misma que llora cuando la sensación de nauseas constantes la atacan en medio de la noche. (Sí, todavía tengo miedo a vomitar, a que salga por mi boca todo lo que trago, todo lo que no quiero que se escape de mis tripas).

También la lluvia sigue haciéndome bien; me descomprime el alma, me enjuaga los dolores, limpia los recuerdos. Sigo quedándome hipnotizada cuando las gotas resbalan en las ventanas, cuando se aplastan en el suelo, cuando los charcos me devuelven fotografías del momento.

Sigo haciéndome y deshaciéndome entre confusiones. ¿Te acordás? Me gustaba hablarte de mis confusiones, de la laguna –senti-mental en la que me ahogaba, también me gustaba hablarte de mis sueños, mis dolores y mi infancia.

Todavía se me llena el alma cuando es otoño, cuando siento a las hojas crujir bajo mis pies. Y sonrío aún más si en el aire se respira aroma a tormenta por venir, a truenos por rugir.

Admito que sigo recorriendo caminos incorrectos, que me meto en bocas que no debo, que juego con el enemigo creyéndolo mí amigo; es que, vos sabes, puedo ser muy crédula e incoherente.

A veces te pienso, y aunque pasó el tiempo… hay tantas cosas que siguen igual en mí, sin cambios, como esa noche de bufandas colgando, manos congeladas y narices frías y rosadas.

Vos sabes… me quiebra la frialdad de algunas personas, el desinterés, la indiferencia. Me desgastan los sueños rotos, las ganas y no poder. Siguen sin gustarme los reclamos incoherentes, las ilusiones sin cimientos (¡y qué llena estoy de ellas!). Y para respaldar mis lágrimas, siguen gustándome tus manos, tu voz y tu risa; tu forma de apreciar las cosas más insignificantes, esa manera de hacer sentir a alguien especial. Aunque debo confesar que te siento diferente, pero estoy segura que entre esas palabras camufladas y ese desinterés hiriente, se esconde el mismo hombrecito que me hizo reír y llorar con la misma intensidad.

¿Sabes? Me seguís doliendo adentro, creí que no, que ese sentimiento de culpa y angustia había desaparecido, que se había esfumado en un verano que trajo consigo brisa marina y arena blanca. Pero otra vez acá, verte y saberte diferente… todo sigue igual.

Vos sabes, algunas cosas cambian y otras tantas se mantienen firmes entre los latidos de un corazón (un poco) descuartizado.

Vos sabes todo esto y mucho más, entonces, no hace falta que me mezcle entre las tintas y me revuelva las tripas para que me entiendas y me creas, para que te des cuenta que todo sigue perdurando en el tiempo, que en mí éste sentimiento inabarcable y ésta historia que nunca comenzó… no va a terminar.

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