martes, 10 de febrero de 2009

Paciencia

Cerrar la puerta sin llave, dar pasos mientras miro sin mirar. Y ahí vos. Prendiéndote los botones del saco marrón con una mano y sosteniendo el bolso con la otra, colgándotelo al hombro y levantado la vista. Y las miradas. Un cruce, un choque. Una milésima de segundos que me devuelve una sonrisa. Caminar y mirar hacia atrás; verte desaparecer entre el baile de las hojas amarillas y la brisa nocturna.

Seguir pisando baldosas hasta llegar a quién sabe donde a juntar trozos de ilusiones. Seguir pisando días hasta explotar, hasta dejar vacío el corazón, hasta dejar vacante mi colchón. Seguir solo por inercia, por el placer de sentir mi respiración, aunque nada me motive alrededor.

Nada, hasta hoy.

Recordar las miradas y no querer. Saber y no. Querer pronunciar alguna palabra y que quede estancada en la punta de la lengua roja. Y vos ahí, sin notar esta revolución interna. Sí, vos allá, tan ajeno, tan mundo paralelo.

Ni siquiera una letra, un nombre o una frase. Saber que existís y no poder rozarte con las yemas de los dedos. Mirar a través de los vidrios empañados, viéndote apurado, y yo fingiendo paciencia, respirando profundo y cerrando los puños cuando aparecen los impulsos.

Y así voy a seguir, porque aunque en mi mente te arme y te desarme, aunque bosqueje encuentros (que serán causalidad), prefiero esperar y deshacerme con las horas; los deseos pronto cumplidos no son tan sabrosos.

Porque, después de todo, alguien me dijo que en la alacena aun quedan escondidos tarros de paciencia.

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