viernes, 1 de octubre de 2010

El silencio




Las venas -casi hartas- con su rojo recorrido la defienden del olvido. Los segundos que no esperan, que se pisan, que se corren y ella que no escapa, que se empeña sólo en desgastar las sábanas. Esas telas que la envuelven y la esconden del aire de Octubre que se esparce.
Se entierra, entre el polvo de lo que calla, se entierra. Se ahoga en los ríos tormentosos de lo que piensa.
Y aunque no pueda dormir, cierra los ojos. Su pecho boca arriba y la noche -otra vez- se vuelve eterna. Esa negra azabache y suave la espía; la incomoda. Entonces se escapa de la oscuridad, se arrastra de esa infinita cárcel que son sus párpados cerrados.
Y entre las sombras de las horas, está él. Acostado en la cama, a su lado, abrazado a su vientre. Ahí está, quieto, casi eterno: el silencio. EL SILENCIO en mayúsculas, que no es más que la ausencia de sus palabras. El compañero de cada noche, el que la desviste en la cama. El único y -también- el elegido para escurrirse entre las sábanas.
Podría escapar, podría dejarlo. Quizás podría hacer temblar los vidrios de la habitación con un sólo grito desesperado de sus entrañas. Pero calla, por el miedo inventado siempre calla.
Y no es más que una piel que se raja mientras las venas atiborradas de silencio se hartan; no es más que polvo y ríos tormentosos que se mezclan en la cama. No es más que la existencia de palabras inventadas que fantasean ser dichas.
No es más que esto.
(No quiere ser más que esto)
Una mujer olvidada.
Silenciada.

1 comentario:

Claudel dijo...

no es mas que esto

una y mil veces
en todo