domingo, 21 de septiembre de 2008

Paisaje de mujer

En el inalcanzable horizonte vio dibujarse un paisaje femenino que, sin palabras, lo invitó a recorrerlo.

Él, inseguro pero ansioso, caminó kilómetros de desesperación hasta llegar a sus pies descalzos. Comenzó a transitarlos sin prisa, produciendo cosquillas que terminaron saliendo de los labios del paisaje en forma de eternas carcajadas. Continuó subiendo por las blandas piernas que, de vez en cuando, dejaban ver venas azules y violetas. El hombrecito las miraba extasiado, mientras su imaginación comenzaba a regalarle formas preciosas al mapa formado en sus extremidades.

Pero no se detuvo.

Siguió avanzando hasta llegar a su vientre. Dejó que su cabeza se desplomara contra la casta piel y, entre sueños y palabras mudas, se sintió un niño a punto de renacer. Un poco más arriba, sus manos se abrazaron a la espalda -coronada de melancolía-, se sostuvieron tan fuerte que parecían corromper los omóplatos para dejar salir las alas invisibles que yacían bajo los huesos tibios.

Silencios después, ella acarició los negros cabellos del amante con sus heladas manos -esas que congelan los momentos al azar-. Y él, despertando de su niñez, se desafió a navegar entre los labios inquietos de un paisaje que pronto se volvería a alejar.

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