domingo, 21 de septiembre de 2008

Para siempre

Te encuentro, no me encuentro. Cuando logro encontrarme, te pierdo.

La silenciosa despedida rasguña mis oídos, deshace las ilusas posibilidades de mantener tu tacto tibio. Y me visto con desamores, me araña la desesperanza. Los días mutan en una llovizna fría e interminable que carcome mi piel hasta llegar a mis huesos.

Me desgarro, me desangro.

El rencor y la agonía explotan por mis labios. Las palabras salen a borbotones; incoherentes, inconscientes. Frenética, te busco con la mirada y te grito, en silencio, siempre en silencio. Te veo, inmortalizo ese instante en que tu existencia se cruza por mis pupilas. Guardo ese momento entre mis frías manos, y lo aplasto, con dolor y satisfacción. Te siento crujir entre los finos dedos.
Siento tu piel escurrirse entre las palmas de mis manos. Y río… con una carcajada que parece salir desde el fondo de mis entrañas, desequilibrada, desesperada.

Me veo una vez más, y ahora sos vos quién me aplasta. Estrujas cada centímetro del corazón que me quedaba. Y ya no río. Lloro. Lloro al compás de las gotas de lluvia que no cesan de caer.

Y me extingo. Para siempre.

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